Por: Abelardo Aldama Andrade
Como cristianos, ¿sabemos lo que es la Cuaresma? No se trata de saber que son los 40 días previos a la Semana Santa, sino entender su sentido, ya que comúnmente se vive el ayuno con otra intención u otra finalidad, al no consumir carne. Todo esto está bien y es excelente, pero ¿realmente se busca cambiar la vida personal y cristiana? Porque ése es el fin de la Cuaresma. Aunque es difícil cambiar de la noche a la mañana, siempre hay que esforzarse por ser fiel a Dios. La Cuaresma es un periodo para vivir mejor la fe. No sólo implica el ayuno y la mortificación, sino luchar contra la mentira, la hipocresía, la difamación, las dobles intenciones, el robo hormiga, la pereza, la ira y las palabras obscenas y malsonantes y el control de la lengua, renunciar a los vicios capitales y practicar las obras de misericordia corporales y espirituales; empeñarse por dejar la doble vida y abandonar el comportamiento delictivo, fraudulento y criminal y un sinfín de conductas que demeritan la esencia del testimonio cristiano.
Para ello habría que revisar cuán profundo es el conocimiento que se tiene de la fe que se profesa. Es necesario conocer y estudiar el Catecismo de la Iglesia Católica, así como la Sagrada Escritura. Aquí, la pereza se convierte en un obstáculo para su lectura y el estudio. La negligencia impide formar el hábito de la lectura. Además, aunque estos documentos contengan pasajes o textos difíciles de entender, conviene consultar a alguien que nos oriente. Las redes sociales y la Internet poseen infinidad de páginas donde se pueden preguntar y solucionar las dudas. ¿Por qué para otras cosas se consulta inmediatamente la red, y para las dificultades de la Biblia se buscan pretextos?
En esta Cuaresma, busquemos la manera de practicar el ayuno, la oración y la limosna, de manera positiva, y no para hacer dieta o con otra intención. Se recomienda ser caritativos con los más necesitados que, en muchas ocasiones, son nuestros parientes más cercanos, pero como hay enemistad, mejor se prefiere ayudar a otros que a los de la propia familia. Hay que hacerlo sin descuidar a la familia. Esto implica saber perdonar y dejar a un lado el orgullo. ¡Qué difícil!, pero es parte, no sólo de las prácticas cuaresmales, sino de toda la vida humana y cristiana.
Dios suele criticar al pueblo de Israel por ofrecer sacrificios y holocaustos, pero el corazón se aleja de Él. A esto invita la Cuaresma: a acercarnos al Señor. Además, la Iglesia tiene, durante todo el año, no sólo en este tiempo, una serie de devociones y prácticas religiosas que nos ayudan a ser, cada día, mejores personas, principalmente, creyentes. Agradezcamos a Dios que siempre está pendiente de nosotros y que no quiere nuestra muerte, sino que espera la propia conversión. De que lo podemos hacer, se puede; que lo queramos es muy diferente. Otros sólo viven devotamente las prácticas cuaresmales, durante esos días, y luego… ¿a destruir todo lo logrado? Somos débiles, pero hay que buscar la manera de ser constantes. Para eso está el sacramento de la Reconciliación. Dios nos ama tanto que siempre está ofreciéndonos la oportunidad de volver a Él. No esperemos para luego, porque es probable que ese después no se alcance. Éste es el momento de volverse al Señor y no traicionarlo. Que esta Cuaresma sea un tiempo para mejorar y renovar la vida de fe. ¡Ánimo!
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