Familia, Formadora de Comunidad
Del Domingo 19 al Domingo 26 de Noviembre
Nos ubicamos en el contexto
El acompañamiento pastoral de las familias en la Diócesis de Zamora ha querido ser una respuesta de proceso a la evidente crisis antropológica a la que se hace referencia en el Plan Global de Pastoral 2031–2033. Por ello, la propuesta temática del año 2019 tuvo como marco de referencia, la “Dignidad humana”, y fueron presentados los fundamentos antropológicos que dan sustento y valor a la vida de toda persona.
La centralidad de la persona y la dignidad humana nos permitió abordar en el año 2020, “la dimensión relacional del ser humano”; el imperativo ético de una honda transformación antropológica nos exige sanar las propias heridas emocionales, para comprender y aceptar a los demás, y saber que sólo en la experiencia del amor y del perdón logramos establecer sanas relaciones familiares.
En el 2021, abordamos el tema del “Amor familiar, camino y vocación de santidad”, el cual, no sólo nos permitió dar continuidad a nuestro proceso de reflexión, sino que, además, favoreció entrar en sintonía con el tema central del Encuentro Mundial de las Familias, realizado en Roma. En dicho encuentro, quedó claro que el ámbito familiar es el lugar más propicio para la educación en el amor, por lo que es necesario que las familias descubran en el amor, la vocación a la que es llamado todo hombre, y se conviertan para todos en camino de santificación.
Con el propósito de dar continuidad a la reflexión antropológica y capitalizar todo lo que nuestras familias ofrecen como el espacio en el que se nos enseña y aprendemos a amar, en el 2022, creímos conveniente centrar nuestra atención en la familia como espacio y ambiente propicio para la formación afectiva; ella es la primera escuela de vida en la que se nos enseña a reconocer, a manejar y a expresar todo nuestro mundo interior afectivo. Cuando nuestra afectividad es sana y la manifestamos de manera apropiada, favorecerá nuestro desarrollo y madurez como personas, pero una afectividad desintegrada y turbia no ayudará al desarrollo y será causa de muchos problemas. Por ello, se hace necesaria una adecuada educación en lo afectivo, desde la familia.
Para dar continuidad a este proceso de reflexión, este año queremos abordar el tema: “Familia, formadora de comunidad”, bajo el lema: “Que sean Uno, como Tú y yo somos Uno” (Jn 17, 21). Será importante rescatar los valores del amor y la comunión, de los cuales brota su ser y su quehacer, a fin de que continúe llevando al cabo la misión a la que Dios la ha llamado en el mundo actual.
El tema propuesto para la realización de la Semana de la Familia nos permite visualizar el llamado que Dios hace a la familia, a ser una comunidad de amor, en la que se forman personas, subrayando como prioridad, en todo momento, el bien común, sin perder de vista su dimensión eclesial, ámbito en el que cumple con su tarea de formar en la fe, y su dimensión social, por la que está llamada a ser el fundamento de la sociedad.
Familia, formadora de Comunidad
Se manifiesta en la Carta a las Familias, una reflexión rica y original sobre el bien común. No se trata sólo de un bien sobre el que concuerdan muchos y cuya responsabilidad ha sido delegada a quien gobierna; la novedad consiste en el hecho de que el bien común se observa a la luz de la comunión misma, la cual une a las personas entre sí. Existe un bien común porque la comunión une entre sí a los diversos miembros de la familia, y la familia surge como una escuela para comprender y vivir este bien común. Si los esposos tienen un bien común, no es únicamente porque comparten sus bienes individuales, sino, más bien, porque se han transformado en un sujeto nuevo, en una comunión de personas, de tal manera que todo lo que ahora tienen, les pertenece a ellos de un modo nuevo, como un bien común. No tienen ya más, 2 proyectos de vida, sino uno solo; los bienes que comparten y que los unen, se fundan sobre su bien relacional, que hace de sus vidas una sola y única vida. Esencial para esta nueva visión del bien común es el nacimiento del hijo. Se deja ver la importancia que san Juan Pablo II atribuye a la paternidad y a la maternidad, como primeras formas de abrir la familia más allá de sí misma; de hecho, el bien que el niño representa para el padre y para la madre, es el ejemplo más claro de un bien común.
A su vez, el Papa Francisco advierte del peligro que representa para nuestras familias, la cultura individualista, que lleva al debilitamiento y destrucción de la familia, y con ella, de toda forma de vida asociada estable. La familia no debe vivir sólo para sí misma, sino para la edificación de un más allá. La familia tiene necesidad de la comunidad, para no estar a merced del individualismo. En consecuencia, es necesario que sigamos fortaleciendo los lazos que dan cohesión a la familia como comunidad de amor y de servicio en el bien común.
Por otro lado, la doctrina de la Iglesia (el Catecismo) nos recuerda que el “Bien común” sólo se vive cuando el conjunto de las condiciones de la vida social permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros, conseguir plena y fácilmente su propia perfección.
Las ideologías neoliberales profesan la prioridad del individuo sobre la sociedad y el Estado, pero descuidan la atención a las condiciones sociales. En una sociedad en la que impera el interés del individuo, se imponen los intereses egoístas del más fuerte y se descuida el “Bien común”.
Contra el Liberalismo es preciso afirmar que el “Bien común” tiene carácter supraindividual; es un bien social en sí mismo. El “Bien común” no es lo que resta en el reparto general. Es el bien de toda la sociedad: el conjunto social se orienta a un bien general, que ha de ser compartido por todos y cada uno de los individuos.
El “Bien común” es, pues, el bien del todo, al cual contribuye cada uno de los individuos y, en consecuencia, de él participan todos. Se requiere que la participación en el “Bien común” sea justa. El dinamismo del Bien Común de un pueblo, viene regido por la cooperación común y el reparto proporcional.
Los principios de reflexión de la Doctrina Social de la Iglesia, en cuanto leyes que regulan la vida social, no son independientes del reconocimiento de los bienes fundamentales inherentes a la dignidad de la persona humana. Estos bienes o valores son, principalmente: la verdad, la libertad, la justicia, la solidaridad, la paz y la caridad. Vivir estos valores es el camino seguro, no sólo para el perfeccionamiento personal, sino para lograr el “Bien común”, y un auténtico humanismo y una nueva convivencia social.
Exhortación a la vivencia de la Semana de la Familia
El bienestar de la persona y de la sociedad humana está estrechamente ligado a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar; por ello, a quienes tenemos un compromiso en el acompañamiento a las familias, nos preocupan las distintas amenazas que les dificultan, hoy, cumplir con su invaluable misión en el desarrollo de la persona, la iglesia y la sociedad. Los signos de esperanza en cada una de nuestras diócesis, nos permiten avivar nuestro compromiso y asumir los distintos desafíos unidos en la fe.
La celebración de la Semana de la Familia, que realizamos cada año, nos permite hacer un esfuerzo más, al término del Año Litúrgico, contemplando la realidad de las familias y respondiendo a sus necesidades.
Las catequesis que se ofrecen en el subsidio temático, nos permiten reflexionar en el llamado que Dios ha hecho a la familia, a ser una comunidad de amor (primera catequesis), que tiene como uno de sus principales cometidos, la formación de las personas (segunda catequesis), sin perder de vista, jamás y por ningún motivo, el bien común (tercera catequesis), teniendo siempre presente su dimensión eclesial, ámbito en el que cumple con su tarea de formar en la fe (cuarta catequesis) y su dimensión social, por la que está llamada a ser el fundamento de la sociedad (quinta catequesis).
La metodología que se ha adoptado para la elaboración de las catequesis, desarrolla los siguientes momentos: ver, juzgar, actuar, evaluar y celebrar, ya que ésta nos garantiza orden y claridad, tanto para el desarrollo como para el estudio de las catequesis. Expresamos el objetivo de cada una de ellas. Proponemos un signo y un lema que nos ayude a focalizar la atención de quienes las estudiarán. Después de una breve oración inicial, que pretende poner a los participantes en la presencia del Señor, inducimos al “análisis de la realidad de la vida de nuestras familias”, por medio de una anécdota y de unas preguntas para la profundización (primer momento); para la “iluminación de la vida de nuestras familias”, ofrecemos un texto de la Sagrada Escritura y textos tomados de algún documento del Magisterio de la Iglesia, seguidos ambos de una reflexión (segundo momento). De nada serviría una reflexión que no aterrizara en compromisos concretos, por lo que ofrecemos un espacio para la “formalización de compromisos” (tercer momento), y porque queremos que en cada una de las familias y en cada uno de sus miembros quede una sencilla pero sólida enseñanza, hemos pensado en un ejercicio para la “recuperación de lo aprendido” (cuarto momento); proponemos que cada una de las catequesis terminen con un momento de oración, agradeciendo y poniendo en las manos de Dios, lo vivido (quinto momento).
Participa del 19 al 26 de noviembre en tu parroquia: misa de inauguración (domingo 19), estudio de las catequesis (del lunes 20 al viernes 24), marcha por las familias (sábado 25) y misa de clausura (domingo 26).
Para adquirir la revista con las catequesis, puedes acudir a la oficina de las comisiones de pastoral, en el Instituto Cázares, o a tu parroquia. Para mayores informes, comunícate al 351 512 0117.
Comisión Diocesana de Pastoral Familiar.
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