La herencia de la fé
La evangelización de estas tierras estuvo inicialmente en las manos de los franciscanos que fueron invitados por el Rey Tanganxoan a evangelizar su reino, entre 1524 y 1526. Entre ellos, Fray Martín de la Coruña, Fray Juan de San Miguel y Fray Jacobo Daciano. Las doctrinas de los franciscanos tuvieron residencia en Pichátaro, San Felipe, Carapan y Zamora. Mientras que sus conventos fueron levantados en Uruapan (1534), Peribán (1546), Tancítaro (1530),Tarecuato (1541), Jiquilpan (1539), Patamban (1541) y Charapan (1536).
Los agustinos, por su parte, fueron enviados por el Virrey Don Antonio de Mendoza para ayudar a los Franciscanos en Michoacán, en 1537. Entre ellos, Fray Alonso de la Vera Cruz, Fray Sebastián de Trasierra y Fray Juan Bautista Moya. Sus doctrinas residieron en San Juan Parangaricutiro y Angahuan. Mientras que sus conventos fueron erigidos en Jacona (1551), Zirosto (1575), Tingambato (1581) y Tangancícuaro (1643).
Finalmente, la tercera fuerza de evangelización, fueron los jesuitas, que trabajaron desde el Colegio en Pátzcuaro, fundado en 1540 por Don Vasco de Quiroga para la formación de los criollos y para todos los hijos de los indios y vecinos de la Laguna. Entre los jesuitas va la mención para Juan Ferrero, Francisco Ramírez y Gonzalo Tapia, que para su sostenimiento abarcaron la región de Tingüindín y Tacátzcuaro.