Seminario Menor en Uruapan
Historia del seminario
Paso 1
Cuando Mons. Ramiro Vargas Cacho era rector del seminario diocesano, adaptó varias construcciones de las calles Juárez e Hidalgo, para dar origen a “La Tebaida”, un conglomerado de casas, en las que se quedaron a vivir de tiempo completo, los seminaristas que pudieron, sin todavía desaparecer la figura de los “externos”. Siempre existió división entre la preparación al Seminario y el Seminario propiamente dicho, desde la división de los alumnos en mínimos, medianos y mayores, hasta la que predominó y subsiste aún de curso preparatorio (menor) y curso teológico (mayor). Se usó también la división de Humanidades, Ciencias, Filosofía y Teología. Para 1929 el seminario se dividía en curso de latinidad (4 años), filosofía y ciencias (3 años) y teología (4 años).
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Paso 2
Por más de 70 años, desde la erección de la diócesis de Zamora en 1861, los seminarios mayor y menor funcionaron juntos en el mismo edificio, hasta que en 1955 abrió sus puertas el Seminario Mayor en Jacona y en 1962 Mons. José Gabriel Anaya y Díez de Bonilla decidió trasladar el Menor a la ciudad de Uruapan. Al pasar el seminario mayor a Jacona, las casas de Juárez e Hidalgo quedaron exclusivamente como sede del seminario menor, quedando como encargado el P. Rogelio Sánchez a quien le sucedió el P. Francisco Valencia.
Paso 3
Por la experiencia vivida con el Mayor, pronto surgió la idea de construir también instalaciones propias y apropiadas para el Seminario Menor. Después de consultar y discutir el tema, se optó por Uruapan como el lugar indicado para edificarlo, por lo que en diciembre de 1960 se nombró a los PP. Rogelio Sánchez, Luis Sahagún y Gonzalo Gutiérrez comisionados encargados de la obra.
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En febrero de 1962 se bendijo y colocó la primera piedra por Mons. José Gabriel Anaya, mientras que la vida en la Tebaída seguía normal. La obra pudo avanzar gracias al apoyo de las personas y movimientos de toda la diócesis. Los PP. Luis Guerrero, Ezequiel López, Octavio Gutiérrez y Héctor Barragán redactaron las reglas del orden que regirían al Menor. El. P. Luis Guerrero fue nombrado su primer rector.
Paso 5
Fue en noviembre de 1968 cuando los seminaristas menores fueron llevados a la perla del Cupatitzio, en un principio solo aquellos que cursaban la secundaria, mientras los alumnos de preparatoria se quedaron en Jacona, hasta ser trasladados a Uruapan a finales de la década de 1970. Con el tiempo, el nivel de secundaria fue suprimido y solo se continuó con la preparatoria.
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Los seminaristas durante varios años cursaron sus estudios en el Instituto Morelos Marista y en el Instituto Cultural Don Vasco, hasta que en 1992 se logró la apertura de una preparatoria propia, con reconocimiento de la SEP. Los rectores desde sus inicios han sido los PP. Luis Guerrero, Salvador Núñez, Héctor Barragán, Silvestre Aguilar, Alberto Burgos, Roberto Flores, Eligio Román, José Dolores Maravilla y actualmente como vicerrector del mismo el P. Daniel Romero.
El Seminario Menor es un espacio privilegiado, casa y escuela de formación de discípulos y misioneros, para aquellos adolescentes y jóvenes que tienen inquietud por la vida sacerdotal. Es, el Seminario Menor, una institución educativa, que se ocupa específicamente de la clarificación, acompañamiento y discernimiento para la opción vocacional (Directorio para la Formación en los Seminarios Menores de México No. 1).
La finalidad del Seminario Menor es proporcionar elementos de Formación Humana, Espiritual, Intelectual y Pastoral en un proceso de acompañamiento y discernimiento vocacional para que el adolescente y/o el joven respondan al llamado que Dios les hace mediante una opción libre y responsable (Cfr. DFSMM 1).
Son candidatos al Seminario Menor todos los adolescentes y jóvenes que parecen tener gérmenes de vocación al sacerdocio y quieren clarificarla para responder adecuadamente. Se requiere que el adolescente o el joven manifieste recta intención, buena voluntad para un buen discernimiento vocacional y que posea las cualidades humanas, físicas, psíquicas, intelectuales, morales y tenga una formación cultural y cristiana elemental. El adolescente o el joven que de acuerdo a su edad sea capaz de ejercer su libertad y responsabilidad para que sea sujeto de su propia formación; que tenga capacidad de adaptación y estabilidad de ánimo, espíritu de iniciativa y actitud de búsqueda (DFSMM 17-19).
Las dimensiones de la formación constituyen un proceso que se desenvuelve de manera única en cuatro dimensiones las cuales están íntimamente relacionadas y favorecen una formación personalizada, gradual, integral y progresiva.
DIMENSIÓN HUMANA: A la formación humana se le considera como el fundamento de toda la formación sacerdotal, pues sin una adecuada formación humana, toda la formación sacerdotal estaría privada de todo fundamento necesario (PDV 43).
Su objetivo es favorecer el desarrollo integral de la personalidad de los seminaristas, para ayudar a su realización humana y cristiana, a través de un ambiente familiar favorable de corresponsabilidad, en un trato confiado y en amistad sincera entre formadores y seminaristas, para que lleguen a formar una comunidad eclesial educativa madura en la fe, que refleje el rostro vivo de la Iglesia.
DIMENSIÓN ESPIRITUAL: La misma formación humana si viene desarrollada en el contexto de una antropología que abarca toda la verdad sobre el hombre, se abre y se complementa en la formación espiritual (PDV 45).
Su objetivo es que los seminaristas descubran su dignidad de hombres e hijos de Dios, para que logren vivir las exigencias de la formación y puedan responder consciente y responsablemente al llamado que Dios les hace.
DIMENSIÓN INTELECTUAL: El seminarista ha de procurar un excelente nivel académico para saberse integrar en el ambiente que le rodea, cada vez más globalizado y competitivo. Esto se da con buena disponibilidad de los seminaristas y con buenos profesores (Ideario del Seminario Menor No. 89).
Su objetivo es dar al seminarista una formación humanística, a través de la adquisición de conocimientos y del desarrollo de habilidades y actitudes que se orienten a formar al sujeto humano requerido por el Evangelio, en el que puedan verdaderamente cultivarse y florecer los valores cristianos y los gérmenes de una vocación al sacerdocio ministerial.
DIMENSIÓN PASTORAL: En esta etapa primaria de formación, se introduce al seminarista en lo que es el apostolado para que, ya desde el inicio, vea cuál es la razón de ser del presbítero: ser pastor. Se hace conciencia de que el primer apostolado es en casa (Ideario del Seminario Menor No. 95-99).
Su objetivo es promover la vivencia de la vocación bautismal y fortalecer la fe en su dimensión personal y comunitaria para discernir la vocación dentro y fuera del Seminario; sabiendo que el apostolado se vive principalmente dentro de la propia comunidad.
Su objetivo es favorecer el desarrollo integral de la personalidad de los seminaristas, para ayudar a su realización humana y cristiana, a través de un ambiente familiar favorable de corresponsabilidad, en un trato confiado y en amistad sincera entre formadores y seminaristas, para que lleguen a formar una comunidad eclesial educativa madura en la fe, que refleje el rostro vivo de la Iglesia.