Dos Pueblos Dedicados a san Miguel Arcángel

por | Sep 25, 2023 | Artículos

Por: José Antonio Villanueva Chávez

En vísperas de las fiestas en honor de san Miguel Arcángel, patrono de varias comunidades y pueblos de la Diócesis de Zamora, hoy recorreremos sólo 2 pueblos de los cuales hablaremos, a grandes rasgos, sobre su historia, sus costumbres y tradiciones, al igual que de sus características biogeográficas. Cabe señalar que ambos celebran su fiesta el 29 de septiembre, como lo hacen otras parroquias, barrios, templos y capillas.

Tlazazalca

Es considerado uno de los pueblos más antiguos del estado de Michoacán, fundado por tribus aztecas que posteriormente, con la expansión del imperio purépecha, fueron incorporadas al señorío de Tanganxoan I. Etimológicamente, la palabra “Tlazazalca” se traduce como “lugar arcilloso”; según datos históricos, esta villa, situada en el Occidente del país, es mucho más antigua que la capital del estado de Jalisco. Oficialmente, fue fundada en 1545, por Fr. Juan de San Miguel.

Tlazazalca limita al Norte con Churintzio; al Este, con Penjamillo; al Suroeste, con Zacapu; al Sur, con Purépero y Tangancícuaro, y al Oeste, con Zamora. Está comunicada por 2 carreteras federales, entre los tramos de Morelia-Zacapu-Carapan y Purépero-Tlazazalca. Sus paisajes o relieves están constituidos por el Sistema Volcánico Transversal, enmarcado por los cerros Prieto y de la Cruz; sus fértiles tierras son bañadas por las aguas de la presa de Urepetiro, así como por las de los arroyos Purúzaro, Hondo y Prieto, además de los manantiales que forman la presa de La Yerbabuena.

El símbolo de Tlazazalca es su templo parroquial, dedicado a san Miguel Arcángel. Su primer párroco fue el Sr. Cura Don Pedro de Yepes, quien estuvo a cargo de la sede parroquial hasta 1575; su actual iglesia parroquial se comenzó a construir en 1853, bajo la dirección del Ing. Pascual Luna, discípulo del famoso arquitecto celayense Francisco Eduardo Tresguerras, como un proyecto gemelo al de la actual Iglesia Catedral de Zamora. Ambas construcciones tienen sus cimientos con planos parecidos, de acuerdo con el Archivo Diocesano de Zamora; duraron bastante tiempo en ser terminados, debido al clima político que se vivía en todo el país, a mediados del siglo XIX. El templo parroquial de Tlazazalca luce en su interior, un bellísimo retablo en cantera, y en su exterior, una magnífica cúpula, ambos concluidos en 1868, aunque su torre-campanario quedó inconcluso.       

Tlazazalca conserva la tranquilidad y sus bellezas naturales; es un lugar pintoresco y tradicional, como otros pueblos michoacanos; en la región abundan viviendas elaboradas con bardas de adobe y techos de madera y teja, sin que las modernas construcciones le hagan perder su aspecto provinciano; cuenta, también, con una deliciosa gastronomía, a base de productos lácteos, elaborados por habitantes que han trasmitido la esencia y el trabajo cotidiano de sus manos.

Villamar

Está asentado en el valle de Coinan, en la antigua Guarachita o San Miguel Guarachita, pero desde 1954 es llamado Villamar, en honor de Don Eligio Villamar, uno de sus hijos ilustres, conocido como “El Héroe de Churubusco”, durante la Intervención norteamericana en México. De acuerdo con la tradición oral, sus orígenes se remontan a la cultura mexica, dato confirmado por algunos vestigios arqueológicos encontrados en la cabecera municipal, identificada por su gran Hacienda de Guaracha, donde siempre predominó la voluntad feudal de sus propietarios, aunque en ningún momento faltaron las manifestaciones de inconformidad por parte de los nativos de la región, según lo acreditan los lugareños, con documentos originales, gracias a los cuales se puede reconstruir un relato detallado sobre la evolución de uno de los emporios agrícolas y ganaderos más importantes de la época colonial y del México Independiente.  

Villamar se encuentra al Noroeste de Michoacán; de acuerdo con Genaro Correa Pérez, su extensión es de 390 km2, pero para los topógrafos del Gobierno del Estado es de 324 km2, por lo tanto es uno de los municipios más grandes de Michoacán, que ha variado en su extensión, debido al tamaño de las rancherías que lo integran. Sus suelos basálticos, arenosos y arcillosos ocasionaron las fracturas de su suelo, en 1900, provocando el nacimiento de La Alberca y Los Negritos, situados en la zona geotérmica ubicada al Norte de la cabecera municipal, que se amplió con otra explosión, a principios del siglo XX, siendo hoy en día el principal atractivo turístico de Villamar. Además, cuenta con más de 11 presas o vasos de agua, de los cuales unos sirven para el control de avenidas y otros para el abrevadero y el riego.

En lo civil, el municipio de Villamar está conformado por varias tenencias y comunidades, entre ellas El Pino, El Capadero, El Cerrito Colorado, El Corral Viejo, Jaripo, La Lobera, El Mazudo, San Antonio Guaracha y Las Zarquillas. Geográficamente, Villamar se conecta con el resto del estado de Michoacán, a través de la carretera estatal Zamora-Jiquilpan, y sólo quedan en el recuerdo de los adultos mayores, los caminos de a pie que sirvieron como vías de comunicación y para el comercio. La tranquilidad en la cabecera municipal, así como en las tenencias de Emiliano Zapata y Jaripo, se debe al proceso de la emigración, y más del 60 % de la economía del municipio se sustenta en las remesas.

En lo religioso, documentos que datan de 1777 hacen constar que la actual parroquia dedicada a san Miguel Arcángel era Vicaría de Jiquilpan, asistida por los frailes franciscanos, hasta que fue erigida como sede parroquial, en noviembre de 1884, por Mons. José María Cázares y Martínez, II Obispo de Zamora; está conformada por varias comunidades, entre ellas El Platanal. Además, Villamar se divide en 4 barrios, y cada uno  cuenta con su respectiva capilla.

En la actualidad, en las tierras de calidad o de riego se siembra jitomate y cebolla, además de fresa y zarzamora, y en las de temporal, maíz, trigo, garbanzo, sorgo y frijol; sin embargo, la actividad agrícola ha sufrido el proceso de la globalización, en detrimento de los intereses de los lugareños. La población de Villamar se ha acostumbrado a realizar el comercio mayor en las vecinas ciudades de Sahuayo, Jiquilpan y Zamora, además de Guadalajara, pero a Villamar se le sigue conociendo como “la tierra de las haciendas” o la de la “bona terra, bona gens”, que se traduce como “tierra buena, gente buena”.

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