
Por: Pbro. Jonathan Arias
Se cumplen 10 años desde que el Papa Francisco nos regaló Laudato Si’, una carta encíclica que no sólo marcó la historia de la Iglesia, sino que tocó el corazón del mundo entero. Fue y sigue siendo un llamado profundo a repensar nuestra relación con el Creador y con toda la Creación. Un grito urgente que nos invita a escuchar el clamor de la Tierra y de los pobres, 2voces inseparables que piden justicia y cuidado.
Desde entonces, ese llamado ha despertado conciencias, ha movilizado comunidades y ha sembrado esperanza. Una esperanza activa, que se traduce en proyectos, celebraciones litúrgicas, procesos formativos y redes de colaboración. Hoy celebramos una década de caminar juntos, guiados por la fe, con los ojos puestos en un futuro más justo y sustentable, pero también renovamos el desafío de siempre: llorar con los que sufren, denunciar la injusticia y construir, con nuestras manos y nuestras acciones, un horizonte de esperanza.
Con este espíritu, el pasado 6 de junio elevamos nuestra gratitud al Creador por el don de la vida, y pedimos que siga inspirando nuestra vocación de ser custodios de la Creación. Nuestra celebración tuvo lugar en el marco de la Feria Ambiental por el Día Mundial del Medio Ambiente, fruto de un esfuerzo conjunto con la Secretaría del Medio Ambiente del Ayuntamiento de Uruapan y el Museo Interactivo del Agua, instituciones educativas y la Red de Educación por la Casa Común, iniciativa impulsada por la Pastoral de Ecología Integral de nuestra Diócesis. Nuestra celebración se llevó al cabo en el Centro Cultural para la Conservación del Parque Nacional, en Uruapan.
Tuvimos el privilegio de contar con la presencia de Mons. Javier Navarro Rodríguez, quien presidió la celebración, alentando a grupos apostólicos y comunidades educativas a renovar su compromiso con el cuidado de la Creación. Fue especialmente significativo que 22 instituciones compartieran con nosotros sus buenas prácticas, testimoniando que el cambio ya está en marcha.
El objetivo de esta feria fue claro y necesario: celebrar, sí, pero también animar, fortalecer e inspirar la educación ambiental. Educar para transformar. Educar para amar. Educar para cuidar. Dirigida a estudiantes, docentes, ambientalistas y al público en general, la feria buscó sembrar hábitos de vida más sustentables, más fraternos y más respetuosos con la Casa Común.
Sabemos que no basta con tomar conciencia, pero también sabemos que sin conciencia, no hay transformación. Nombrar los problemas, narrarlos, hacerlos visibles es el primer paso para enfrentarlos con esperanza. Aunque no todo está en nuestras manos, sí está en nuestras manos recuperar una relación más sana, más fraterna y más amorosa con la creación. Esto sí podemos y debemos fomentarlo.
Sigamos adelante. Con valentía. Sin miedo. Porque cada pequeño gesto cuenta. Cada acción es una semilla de cambio. Una semilla de esperanza. Y juntos podemos seguir haciendo florecer la vida.
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