Por: Pbro. Jesús Barragán Bueno
La entereza como actitud hace referencia a una persona que es firme y tenaz en sus decisiones al mantenerlas a través del tiempo pues se sabe convencida de lo que ha optado. Lo contrario es aquella persona que, aun cuando ha decidido algo, siente dudas, titubea en la vocación que incluso es capaz de responder a medias o echarse para atrás.
El Señor Jesús vivió su vocación con entereza, respondiendo día a día a la llamada que el Padre le hacía y dejándose guiar en su discernimiento y decisión por la luz del Espíritu que lo condujo a mantenerse firme incluso en la fragilidad y prueba de la cruz. Entre sus discípulos la decisión de seguir al Maestro implicaba una confianza tal en el Señor, en su llamada, en su palabra predicada, en la realización de su misión. Es un hecho, que el seguimiento del Señor pasaría por momentos en que se vería fortalecido y la alegría del evangelio generaría en ellos un convencido sí; por ejemplo, cuando el apóstol Pedro junto con Santiago y Juan se verían fortalecidos en la fe y en la vocación después de la Transfiguración del Señor. En otro momento el mismo Pedro irá adelante con su respuesta, precisamente allí cuando muchos discípulos consideraron intolerable que Jesús se auto nombrara el pan de vida (Cf Jn 6, 66) Simón Pedro ratificará su respuesta ante el hecho de que muchos se echaban para atrás “Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y reconocemos que tú eres el Consagrado de Dios” (Jn 6,68-69). En atención a esa respuesta Jesús ya sabía, que de entre sus decididos discípulos uno de ellos lo iba a traicionar. Judas es seguidor de Jesús, más su corazón no está firme en todo, sino que es débil al dinero, pecador en el robo y en la doblez de conducta, cosa que lo irá exponiendo a un peligro mayor, el de la traición. Los otros discípulos también fallarán, huirán en el momento de la aprehensión del Maestro en el Getsemaní. La debilidad de Pedro y su miedo a sufrir como Jesús, lo conducen a la triple negación.
Si esto es así con sus apóstoles, a nosotros ¿qué nos aguarda?… nosotros que buscamos cada día vivir nuestro camino de fe y responder a la vocación con entereza. Es un hecho, que toda vocación tarde que temprano vive el tiempo de la prueba y mantenernos en el camino, con esa actitud de entereza, firmeza de verdad que es una gracia que hay que pedir a Dios en primer lugar, a lo que le sigue un cuidado de la vocación en aquellas cosas que la fortalecen: la práctica de la oración personal y comunitaria, el discernimiento interior y de lo que acontece en la realidad, la serenidad ante las dificultades y por supuesto el amor de Dios, que finalmente es lo que nos llena y nos pide asumir incluso los propios límites con paciencia.
La entereza es tener suelo firme para caminar… lo real es que las dificultades venidas del exterior hacen que el suelo se empine o levante y lo incierto o movedizo del suelo lo ponen nuestras propias dudas y debilidades. Estimados lectores, les animo a que día a día sepamos ponernos plenamente en las manos de Dios, pidamos la luz de su gracia para discernir nuestra realidad y nuestro interior, mantengamos firme nuestra respuesta al Señor.
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