Séptimo Obispo de Zamora
Adolfo Hernández Hurtado nació el 18 de diciembre de 1920 en Arandas, Jalisco. Estudió en el seminario de Guadalajara y fue ordenado presbítero el 26 diciembre de 1943. En 1947, fue nombrado párroco de Ciudad Guzmán y al ser creada la diócesis de Tapachula en Chiapas, el 19 de julio de 1957, Dn. Adolfo fue nombrado su primer obispo el 13 de enero de 1958 y consagrado como tal el 11 mayo de 1958. El Sr. Hernández le dio gran impulso aquella nueva diócesis, la que recibió carente de casi todo.
Para nosotros, fue el 19 de agosto de 1970, cuando después de ocho meses de espera, fue promovido como obispo de Zamora el hasta entonces obispo de Tapachula por mandato del Papa Pablo VI. Dicho nombramiento fue verdaderamente una sorpresa para todos, debido a que no se le conocía. A pesar de ello, el pueblo zamorano lo recibió con los brazos y el corazón abiertos, el 17 de octubre de 1970, día de su toma de posesión.
Desde su llegada señaló, a grandes rasgos, la esencia y la médula de su labor en la diócesis de Zamora: Evangelio, Eucaristía y gobierno paternal y pastoral para todos. Para ayudarse a llevar a cabo este programa, nombró vicario general al P. Adolfo Guerrero. La mayoría de sus pastorales, decretos, etc. Fueron dedicadas a sus sacerdotes, abordando temas como el testimonio, la actualización y la situación económica. En esto último, ayudó con especial cuidado a la nivelación económica del clero, decretando un plan de ayuda interparroquial y creando un fondo común.
Reformó las vicarías y formalizó la organización pastoral de la diócesis. Invitó a sus sacerdotes a ir a trabajar a diócesis pobres. Un bello gesto de su parte fue la invitación que hizo al Sr. Salazar, ya Cardenal, para venir el 13 de mayo de 1973 a recibir de la Diócesis de Zamora una muestra pendiente de “gratitud y afecto” por los años que trabajó en ella. Y por otro lado, con todo dolor de su corazón, tuvo que cerrar la Escuela Doméstico-Rural de Pajacuarán, ya que, después de un estudio realizado se llegó a aquella conclusión.
Su labor en nuestras tierras fue apenas de cuatro años escasos. Más tiempo suficiente para decir que Dn. Adolfo siempre se caracterizó por su sencillez y amabilidad en el trato hacia todos, sin distinción de clases ni personas, mostrándose siempre atento y correcto; fue, por ello, estimado y querido por todo el pueblo cristiano. Practicaba, por naturaleza y por convicción, los apostolados del saludo y de la sonrisa amable.
El Sr. Hernández invitó personalmente al delegado apostólico, Dn. Mario Pío Gásperi para que, del 15 al 19 de mayo de 1974, visitase la diócesis. El motivo y fin principal de aquella invitación fue el contribuir a la unidad eclesial diocesana y universal, pues en el fondo y con toda sinceridad, trataba de solucionar la situación delicada de la diócesis. Para ello, se realizaron reuniones en Zamora, Uruapan y Sahuayo, mismas en que Mons. Pío pudo escuchar los pareceres de los asistentes.
El 13 de julio, anunció el Sr. Hernández el inicio de sus visitas pastorales a las parroquias. Sin embargo, dichas visitas no se realizaron, pues el Sr. Hernández fue nombrado obispo auxiliar del Sr. Salazar en Guadalajara.
El 31 de diciembre de 1974, el P. Miguel Espinoza, como secretario de la Mitra comunicó a los sacerdotes de la diócesis el nombramiento del Sr. Hernández como administrador apostólico de Zamora (estando ya en Guadalajara), mientras se nombraba al nuevo Obispo. El Sr. Hernández fue fino y atento hasta el final, hasta que en su última circular del 19 de febrero de 1975, anunció la llegada del octavo obispo de Zamora.
La vida del Sr. Hernández, ya como obispo auxiliar de Guadalajara, siguió su curso, siempre en las manos del Señor y llena de bondad y bonohomía. Donde siguió trabajando, ayudando y enfermó. Siempre bueno y amable, siguió haciendo el bien por todos lados y a todo mundo.
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