Santo Tomás de Aquino ha sido uno de los filósofos más importantes, que ha influenciado la cultura de occidente desde la Edad Media. 

La iglesia naciente tuvo que enfrentarse con las distintas filosofías griegas, especialmente, con el gnosticismo, un mal digerido platonismo, en sus primeros años. Finalmente, se podría afirmar en general, el platonismo fue la filosofía que se impuso en el occidente por medio de San Agustín. Santo Tomás tuvo que enfrentar a una interpretación agustiniana conservadora, que jamás había aceptado la filosofía aristotélica. Las controversias eran fuertes entre los estudiantes parisinos que estaban abiertos a la filosofía y los que se oponían a una “ciencia natural” alejada de la Biblia. Remedos de un agustinianismo mal entendido se van a encontrar en Lutero, con su reforma. Este ambiente va a provocar que, en los últimos años de su vida, Santo Tomás fuera alejado de la universidad de París y llevado al centro dominicano en Nápoles. 

Aunque dos obispos, el de París y Cantorbery, condenaron al Aquinate por su proximidad con Aristóteles, tuvo la aceptación de otros.  El Papa Juan XXII lo canonizó pocos años después de la muerte de Tomás y declaró: “Tomás ha iluminado a la Iglesia más que los otros doctores; se aprende más en un año por sus obras que por la doctrina de los otros durante una vida”. Mejor valoración no se puede tener del inmenso bagaje que dejó Santo Tomás de Aquino a toda la humanidad. 

Por: Raúl Duarte Castillo