Por. Pbro. Francisco Martínez G.
El próximo jueves se cumplen 511 años de que, luego de 67 días de navegación, en la madrugada del 12 de octubre de 1492, tras el avistamiento de una isla llamada Guanahaní, el vigía de la nao, lanzó el grito “¡tierra!”, abriendo las puertas de nuestro continente y cambiando para siempre el devenir de la historia.
La historia de los exploradores, porque su descubrimiento aparejó el apropiamiento de vastos territorios y la evicción de sus habitantes, es la historia de los vencedores. Para los pueblos originarios, porque de un momento a otro dejaron de ser los amos y señores, es la historia de los vencidos, durante cuyo transcurso fueron perdiendo, paulatina pero progresivamente, cosmovisión, lengua, gobierno y usos y costumbres.
En ese sentido, para los castellanos, esa fecha les motiva a conmemorar su ‘descubrimiento de América’ y a celebrar la multiplicación de la ‘hispanidad’. Por el contrario, para los pocos pueblos originarios que consiguieron evitar el etnocidio, se trata de una fecha que la quisieran relegada al baúl de la historia. Lo que no es posible. Entonces, helos empeñados en tomarla o como ‘el día de la renovación de su resistencia’ o como ‘el día del respeto a la diversidad cultural’.
El hecho es que ese doce de octubre marcó el inicio dispar de un proceso intercultural en el que la aculturación la han sufrido principalmente los pueblos vencidos y la inculturación, transculturización y endoculturación, ambos, vencedores y vencidos. Con un hecho incontrovertible: tras el encuentro dispar de dos mundos, el surgimiento de un pueblo nuevo.
Pueblo nuevo, sí, pero heterogéneo, disímbolo, multilingüe y multicultural, en el que unas veces el paternalismo y otras la intolerancia y la violencia, anhelan la abolición del otro. Pueblo en el que siguen vigentes el despojo territorial y la negación de los derechos fundamentales; sólo que esta vez por parte de las trasnacionales y de los poderes fácticos y de los grupos oligárquicos y del crimen organizado. Pueblo atento a su historia, sí, pero pueblo omiso que no aprende de ella.
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